En febrero es el cumple de Claudia y me hacía ilusión regalarle la tarta. También quería hacerle la que se llevaría al cole y como va a la clase de las abejas la ídea me vino a la cabeza así, de repente. Íbamos de camino al cole y como pasamos por un trocito de campo, me inspiró una abeja posada en una margarita. Le pregunté a Claudia si le gustaba la idea y me dijo que si, pero que la abeja fuera princesa y llevara una corona rosa. Y los deseos de la cumpleañera fueron órdenes para mi.
Ya sé que este tipo de tartas impactan, ya que su aspecto es llamativo y son muy originales por muy poco elaboradas que estén, pero quería impactarles un poco más, y decidí hacerle el bizcocho de colores. A petición de la abeja reina, el relleno estaba hecho de una buttercream de fresa, cuyo sabor me recordó exactamente al de los caramelos solano.
Y esto és lo que salió, (no lo que qería hacer...)
Reconozco que no está nada mal, que es bonita y colorida, apropiada para unos niños de 6 años, pero me fastidia reconocer que la idea original no fué viable. Me explico; en un principio, el formato era el mismo, solo cambiaba la flor. Mi idea era que los pétalos salieran desde la base de la tarta redonda, pero caian por su propio peso y se rompian. Así que Sergio volvió a salvarme (últimamente se está convirtiendo en héroe) y se le ocurrió la genial idea de poner los pétalos encima, que no queda mal, pero...
Lástima no haber hecho fotos de la otra forma, los nervios son muy traicioneros. Da igual, lo importante es que a Claudia le encantó. Ese día la fuí a recoger yo al cole y le dijo a su profe que los niños no repitieran, que lo que sobrara se le quería dar a probar a todos los que ella quisiera, porque le había gustado mucho. Si es que me la como!!! Cuanto la echaré de menos.
Así que una vez más, otra tarta hecha con amor.
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